Utilizamos cookies propias y de terceros para ofrecer nuestros servicios y recoger datos estadísticos. Continuar navegando implica su aceptación. Más información

Aceptar

Noticias

Volver
EL PRINCIPIO DEL FIN DE UNA DE LAS PEORES SEQUÍAS DEL ÚLTIMO SIGLO

EL PRINCIPIO DEL FIN DE UNA DE LAS PEORES SEQUÍAS DEL ÚLTIMO SIGLO

09-09-2021
El clima mediterráneo ya no entiende de periodicidad pluviométrica o patrones cíclicos y cada vez se aleja más de las suaves ondulaciones de los gráficos de precipitación histórica (observad la figura 1). Es irrefutable que los fenómenos meteorológicos son cada vez más extremos y frecuentes. Los datos no engañan y en los últimos cinco años tenemos la representación definitiva con el año 2015 coronado como el más seco desde que se tienen registros en muchas poblaciones (300mm en Barcelona, 261 mm en Lleida o 332 mm en Terrassa) y tres años más tarde, en el 2018, como uno de los más lluviosos en toda Catalunya (1018 mm en Girona, 1108 mm en Terrassa o cerca de 1000 en Barcelona). Grandes extremos pluviométricos en menos de cinco años evidencian que la "sierra de los dientes" se está intensificando, que pasamos de sequías en inundaciones sin periodos transitorios. Un golpe duro de realidad que tritura cualquier discurso antagonista a la emergencia climática.


Figura 1. Evolución y distribución cíclica de precipitaciones anuales en Terrassa desde 1950

Catalunya y la cuenca mediterránea es una zona de contrastes. Siempre han existido bruscos cambios de tiempo y registros en diferentes años y por descontado que seguirán haciendo acto de presencia. De hecho, los ecosistemas mediterráneos llevan incorporado en su funcionamiento las sequías o incluso los incendios. Los bosques de encinas necesitan temporalmente la combustión para regenerarse y evolucionar. Esta misma especie predominante en buena parte del territorio catalán tiene una característica que se denomina xerofília, es decir, que tiene una gran capacidad de resiliencia o tolerancia al déficit hídrico. La sequía como la de este año no sería ninguna novedad si no tuviéramos un precedente tan reciente como los lluviosos 2018 y 2020 que rompen los esquemas de las teorías cíclicas pluviométricas. La frecuencia de estos contrastes juegan en contra de la adaptación acelerada que necesitan el medio y la fauna para sobrevivir a las nuevas reglas del juego impuestas por el clima. El hayedo del Montseny en pleno retroceso y condenada a una previsible extinción en un futuro reciente ejemplariza la falta de adaptación a las nuevas condiciones climáticas, tanto de lluvia como temperatura. Por lo tanto, los extremos climáticos en Catalunya siempre se han producido con una cierta regularidad, pero cada vez se acortan más sus "timings" o periodo de retorno. Antes podía ser habitual encontrarse un año lluvioso y otro seco en una misma década. Ahora la nueva normalidad nos enseña que dentro de un mismo año podemos encontrar dos escenarios situados en las antípodas. Sin ir más lejos lo podemos comprobar con la transición del 2020 a 2021.

Para entender la complejidad de la actual sequía hay que analizar el contexto precursor, ya que el pasado es clave para interpretar los efectos de la meteorología del presente. Buscando pues en la retina, hay que remontarse hasta los orígenes, en el 2020, un año lleno de anomalías que arranca con el histórico temporal Glòria. Dejando de lado algunas particularidades únicas como la fuerza del viento o la alteración marítima, la borrasca Glòria dejaba máximos de 300 litros a comarcas de Girona e inundaciones a su paso. Registros de lluvia muy abundantes y generalizados que serían el inicio de un patrón húmedo y que tendría continuidad durante la primavera del confinamiento y de las profundas borrascas mediterráneas de abril y mayo. El primer semestre del 2020 ya registraba más de 600 litros en gran parte de Catalunya, la lluvia caída en un año. De hecho, era un mejor inicio que el lluvioso año 2018 y prometía nuevos récords para el 2020, pero el tramo final de este año sería el inicio de la sequía del 2021. La segunda mitad del semestre del 2020 empezaba el declive, se equilibraban los registros de lluvia disparados de la primavera y el otoño se consumía sin levantes ni grandes borrascas en el Mediterráneo. La época más húmeda de la estacionalidad mediterránea faltaba a su cita y el 2021 lo ha acabado pagando.

Si el temporal Glòria fue la génesis del 2020, la borrasca Filomena lo ha sido de la sequía del 2021. Una paradoja situar un temporal de nieve histórico en la Península y sur de Catalunya como un factor explicativo de una sequía, dos conceptos opuestos como el blanco y el negro que en un mundo dualista reclaman un color gris, un punto intermedio que dé luz para leer entre líneas. Y es que la configuración sinóptica de la Filomena fue una declaración de intenciones del comportamiento atmosférico en el levante peninsular, una carta de presentación del posicionamiento de las perturbaciones que han tenido como destino final el sudeste mediterráneo, dejando Catalunya al margen en muchas ocasiones. La perturbación Filomena sepultó de nieve el interior de España bajo el foco mediático de Madrid, pero fueron muchas otras las zonas afectadas por los más de 50 centímetros de nieve como Castilla la Mancha, interior de València o el tercio sur de Catalunya. Prácticamente todas las borrascas de la pasada primavera han seguido el mismo patrón y han circulado por el sur de la Península, golfo de Cádiz y hasta el País Valenciano dejando fuera del radio de acción el nordeste de la Península.


Figura 2. Posicionamiento sistemático de perturbaciones afectando el sudeste peninsular.

La Región de Murcia registra en conjunto a estas alturas de año de 200 a 300 mm, aproximadamente la media pluviométrica anual. El mismo caso sucede con los observatorios del País Valenciano que mayoritariamente superan los 300 o 400 mm. Mientras tanto, hay regiones de Catalunya que viven en una burbuja aislada, en una travesía por el desierto, con menos de la mitad de lluvia de lo que correspondería por estas fechas. El área Metropolitana de Barcelona tiene una media de precipitación anual de unos 600mm y en pleno septiembre tan solo se acumulan 150 a 190 mm.

Y es que para acabar de redondear una primavera seca del 2021, el verano tampoco ha sido tempestuoso, cuando estos fenómenos acostumbran a equilibrar las carencias de una forma irregular y en algunos casos con cierta crueldad. Las tormentas de verano han sido más bien escasas, también en el Pirineo, donde es la época más lluviosa del año. La monotonía anticiclónica de los meses estivales han dejado condiciones poco favorables para el crecimiento de inestabilidad y la zona más afectada ha sido precisamente la Costa y Prelitoral Central, el epicentro de la sequía del vigente curso con un notable déficit hídrico. En Terrassa el periodo enero-agosto del 2021 es oficialmente el más seco desde que se tienen registros en 1950 con solo 175 mm, destronando el 1965 cuando se acumularon 190 mm.


Figura 2. Periodo más seco desde 1950 en Terrassa


Son datos que se pueden extrapolar a muchos otros lugares del territorio y que representarían de la misma manera la vigente sequía, una aridez que no solo con datos, sino también con hechos se ha reflejado este verano. Hablamos de los incendios forestales de los últimos meses que se han extendido a buena parte de la geografía catalana a consecuencia de la aridez del territorio y de una gran cantidad de vegetación muerta o biomasa, el combustible ideal para fabricar fuegos en nuestros bosques. En el año 2020 hubo un crecimiento acelerado de la vegetación a causa de una primavera, época de reproducción, como se ha comentado muy lluviosa. Todo este exceso de vegetación se ha secado durante el vigente curso y ha acabado desencadenando numerosos incendios. Además, las reservas de agua han bajado un 20% en tan solo ocho meses, ya que el estado de los embalses de las cuencas internas de Catalunya en enero del 2021 se encontraban al 93% y actualmente al 72%. En España la situación es más preocupante y las reservas de agua disminuyen hasta el 41%.

El final de verano parece que afortunadamente también podría ser el principio del fin de la sequía, o así se perfila el escenario gracias a la inestabilidad iniciada el 30 de agosto del 2021. Un periodo inestable que ha vuelto a concentrar, por enésima vez, su parte más activa en el este peninsular y sur de Catalunya como ya lo hizo en primavera. Alcanar registró el pasado miércoles 1 de septiembre 251 litros en menos de seis horas a causa de una convergencia de vientos estática que coincidía con una regeneración constante del núcleo tempestuoso por las palancas orográficas de la Serra del Montsià. De hecho, en las tierras del Ebro la irregularidad de las tormentas ha dejado valores de lluvia bastante heterogéneos, pero superiores en muchos casos a los 300 litros, que erradican en esta zona el concepto de sequía.

Parece que definitivamente se vislumbra una luz al final del tunel y se podría haber abierto el grifo con inestabilidad se querrá prolongar como mínimo hasta mediados de septiembre. El anticiclón se ha retirado o su postura se ha debilitado y eso permite la llegada de las primeras borrascas otoñales que se gestan en latitudes superiores con cierta actividad y potencia. Son dinámicas que en el mes de septiembre favorece la aparición de precipitaciones tormentosas y en muchos casos intensas, intermitentes, irregulares y locales que no son el mejor ingrediente para paliar el déficit hídrico, pero que algo ayudan. Estaremos pendientes de si el otoño de este año nos obsequia con alguna situación de levante que suponga una regada generosa, abundante y homogénea en el territorio. Mientras dejamos la naturaleza seguir su curso, la mujer y el hombre haríamos bien en aplicar autocrítica y mejorar la organización del territorio y las condiciones de infraestructuras para evitar inundaciones como las del Montsià de hace unos días. El tren de la crisis climática está aquí, convendría no perder el billete y actuar lo antes posible.



Marc Silvestre Gelices
TAIKOMETEOROLOGIA, S.L.






Contacto

CONTÁCTANOS
SIN COMPROMISO